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miércoles, 30 de septiembre de 2015

FRANCISCO DE GOYA, cuadros en Valencia.....y algo más



                               Goya. Busto de Joaquina Candado. Museo San Pio V, Valencia

     Francisco de Goya, tuvo una relación no demasiado intensa con Valencia, a pesar de gustarle cazar, como le dijo en una carta a su amigo Martin Zapater " en día en19 tiros, 18 piezas que fueron: dos liebres....y diez codornices"  y de conocer la Albufera. Aún así por diferentes razones, en esta ciudad tenemos algunos cuadros suyos, parte de los cuales son el objeto de este post.

     Goya visitó Valencia junto a su mujer Josefa Bayeu en 1790 para que ella tomase los aires del mar que le había recomendado su médico. Aunque el cuadro de Joaquina Candado fue pintado sobre 1803/1805, se ha dicho que fue pintado durante la referida visita del matrimonio Goya a nuestra ciudad, utilizando los jardines del Castell en Burjassot , hoy colegio mayor San Juan de Ribera, por quien fue creada la dehesa (Dehesa del Patriarca) en Burjassot recientemente abierta al publico .

     Hay dos lugares públicos en Valencia donde poder ver cuadros de Francisco de Goya, uno es el museo San Pio V, donde en el piso superior hay, hoy en día, una sala dedicada íntegramente a pinturas de Goya. Los cuadros expuestos son cuatro cuadros de formato “normal” y dos de pequeño tamaño. En esta sala está el cuadro completo de donde he sacado  el busto de la zaragozana Joaquina Candado del inicio del post.

     El otro lugar es la catedral, en la segunda capilla a la derecha entrando por la puerta barroca.  Esta capilla dedicada hoy día a San Francisco de Borja, estuvo antiguamente dedicada a San Jorge, estando patrocinada por la familia Centelles que eran condes de Oliva. En ella estuvo el conocido cuadro de Juan de Juanes sobre el predicador de moriscos, el Venerable Agnesio, hoy día en el museo San Pio V de Valencia.

                
               Juan de Juanes. San Jorge matando al dragón. Detalle del cuadro del Venerable Agnesio. San Pio V.

     Cuando el hijo mayor de San Francisco de Borja, Carlos, se casó con Magdalena de Centelles, dicha capilla paso a estar patrocinada por los Borja, duques de Gandía entre otros títulos. Carlos aparece en uno de los cuadros de Goya que veremos mas adelante

     Una descendiente de los Borja,Maria Josefa Pimentel y Téllez-Girón  duquesa de Benavente entre otros múltiples títulos, casó en el siglo XVIII con el duque de Osuna, teniendo la familia  amistad con Goya, que les pintó en varias ocasiones.

                                                                          Goya. Duques de Osuna. Museo del Prado

     Como curiosidad, el hijo que está sentado, Pedro de Alcántara, será posteriormente director del entonces recién inaugurado museo del Prado durante el trienio liberal, de 1820 a 1823. Al que está de pie, le pusieron de nombre Francisco de Borja, que seria el heredero del titulo. 

      El hoy museo del Prado, se inauguró como “Museo Real de Pinturas” el 19 de noviembre de 1819 con fondos de las colecciones reales de Fernando VII, debido en bastante medida al apoyo de Isabel de Braganza, esposa de Fernando VII, aunque esta fallecería en 1818, un año antes de la inauguración del museo.

     A finales del siglo XVIII, en plena fiebre neoclásica, la duquesa de Osuna (y de Gandía), acomete la reforma de su capilla en la catedral de Valencia, encargando tres cuadros, dos a Goya y un tercero al pintor valenciano Mariano Salvador Maella.

      Maella era por aquel entonces  pintor de cámara de Carlos III y director de la real fábrica de tapices donde trabajó Goya . Posteriormente pasó a serlo de Carlos IV y en 1799 fue nombrado “primer pintor de cámara” en un nombramiento doble junto a Goya.

     Las tres pinturas tenían que hacer referencia al ilustre antepasado de la duquesa, San Francisco de Borja, pintando Maella la conocida escena del reconocimiento por parte de Francisco de Borja del cadáver de Isabel de Portugal, esposa de Carlos I, en  Granada.  

     Por su parte, Goya pintó dos cuadros, en uno San Francisco de Borja se despide de su familia en Gandia camino de Roma y en el otro refleja una escena de San Francisco con un moribundo, ya como jesuita. Los veremos más despacio a continuación.

     Para entender porqué se le encargó este tercer cuadro de la capilla de la catedral a Maella (y de paso conocer otro extraordinario cuadro), vamos a hablar un momento del beato valenciano Gaspar Bono

     En 1786, había sido beatificado el fraile de la orden de los Mínimos de San Francisco de Paula, Gaspar Bono, nacido en Valencia en el siglo XVI en la calle Cañete (es un atzucat, una calle sin salida), muy cerca de las torres de Quart, que ingresó en el convento de San Sebastián de dicha orden (hoy día solo queda la iglesia, llamada de San Miguel y San Sebastián).


Convento de San Sebastián con sus antiguos huertos a la derecha de la foto con el nº 32, estando, en la imagen, a la izquierda las torres de Quart y enfrente de estas el desaparecido convento de San Felipe con sus jardines geométricos. Plano basado en el del Padre Tosca de 1704.


                                                       Salvador Maella. Muerte del beato Gaspar Bono. Museo San Pio V

     Este cuadro monumental, hoy en el museo San Pío V, fue encargado inmediatamente después de la beatificación de Gaspar Bono al pintor valenciano Salvador Maella, que era en esos momentos pintor de cámara de Carlos III, motivo por el que Maella tuvo que pedir autorización para desplazarse a Valencia para pintar el cuadro.

     El cuadro en realidad era un cuadro bocaporte colocado en la parte exterior de un camarín – por esa razón es muy vertical-, tras el cual estaban los restos del beato en la hoy iglesia de San Miguel y San Sebastián en Valencia.

     En él Maella pintó al beato con un halo de santidad en su velatorio, que duró tres días en los que su cuerpo no se corrompió, ni milagrosamente se gastaron los cirios, como comprueba un joven con sorpresa, figurando debajo de su cuerpo la palabra “Charitas” que era el lema de San Francisco de Paula, fundador de la orden de los Mínimos.

      Están reflejadas las capas pobres de la sociedad, a las que el beato pertenecía, aunque también retrató Maella a algún caballero y miembros del clero. También pintó unas rosas en el féretro, sugiriendo el “olor de santidad”.

     Aprovechando la estancia de Maella en Valencia para pintar al beato Gaspar Bono, la duquesa de Osuna que en esos momentos estaba remodelando su capilla en la catedral de Valencia, le encargó el cuadro sobre San Francisco de Borja, también bocaporte, que podemos ver en su capilla en la catedral.

     Para valorar la importancia de este encargo, recordar que los Jesuitas, de los que San Francisco de Borja había sido general de la compañía, habían sido expulsados de España en 1767, o sea, pocos años antes de este encargo. Quizás, la duquesa quiso contraponer al humilde soldado de Carlos V en Italia y luego beato, Gaspar Bono, con el santo, grande de España, virrey de Cataluña, general de la compañía de Jesús, etc., que fue su antepasado San Francisco, ambos personajes pintados por el mismo pintor.




                                        San Francisco de Borja en Granada. Salvador Maella. Catedral de Valencia.

     Francisco de Borja futuro duque de Gandía (fue duque a la muerte de su padre en 1543), grande de España y amigo de Carlos I- por cierto Francisco de Borja era biznieto tanto del rey Fernando el Católico por parte materna como del Papa Alejandro VI por la paterna- . 

     En 1539 fue encargado por el emperador Carlos I para acompañar el féretro de su esposa Isabel de Portugal a su previsto lugar de enterramiento en la capilla de los reyes en Granada. Posteriormente, se trasladarían sus restos a El Escorial.

     Al abrir el sepulcro para dar fe que era de Isabel el cadáver que había llegado a Granada, Francisco recibió la fuerte impresión de verlo corrompido, en contraste con la belleza e inteligencia a que Francisco estaba acostumbrado a ver en ella en su trato en vida En aquel momento  dijo la famosa frase de que “no quería servir a señor que tuviese que morir”.

     Ese pensamiento fue la antesala de la renuncia a sus títulos e ingreso en la compañía de Jesús, naturalmente después de la muerte en 1546 de su esposa Leonor, que perteneció al séquito de la emperatriz Isabel de Portugal y con la que tuvo ocho hijos.

     Maella pintó este cuadro en un estilo a tono con la reforma neoclásica de la capilla encargada por la duquesa de Osuna. En él Francisco de Borja con su mano derecha acababa de levantar el velo que cubría el cadáver de la emperatriz.



                                               Maella. Detalle del cuadro San Francisco de Borja en Granada. Catedral de Valencia

     Por la posición de los personajes, el obispo es el único que puede contemplar los restos de la emperatriz, mostrando, también, cara de asombro, acercándose otro caballero a contemplar el rostro de la emperatriz. Es curioso ver como Maella pinta a algún caballero llevándose el pañuelo a la nariz, seguramente por el olor que desprendía el cadáver.

     San Francisco, al que Maella pinta con aura y en escorzo (en posición oblicua), está vestido con el peto metálico de militar y con la capa con el escudo de la orden de Santiago a la que pertenecía, dando el  borlón la sensación de movimiento al levantar Francisco de Borja los ojos por la sorpresa.

     El cuadro tiene de fondo los elevados arcos renacentistas de medio punto de la catedral de Granada de Diego de Siloé, con gloria de ángeles en la parte superior.


                                                                                           Parte superior del cuadro 

Los dos cuadros de Goya, pintados en 1788 en Madrid, están situados en las paredes a ambos lados del cuadro de Maella y ambos están pintados para ser vistos desde abajo. Vamos a ver primero el de la izquierda, que representa la despedida de Francisco de su familia en agosto de 1550.

                                                  Goya. Despedida en Gandía. Catedral de Valencia

     En este cuadro de gran formato, encargado en 1788 por la descendiente de San  Francisco de Borja, como hemos dicho antes, Goya sitúa al espectador al pie de la escalera renacentista del palacio ducal de Gandía (escalera idealizada), su residencia, donde refleja la escena de la despedida de su familia para ir a Roma a ingresar en la orden de los Jesuitas.

      En él Goya da protagonismo al sucesor de Francisco de Borja, su hijo mayor Carlos, con el que está abrazado en la escalera, aunque Carlos está pintado de frente, quizás para resaltarlo como nuevo duque de Gandía después del traspaso de títulos que le hizo el futuro santo.

     Además de estos dos personajes, Goya pinta a la izquierda en la parte baja de la escalera al segundo hijo de San Francisco, Juan, que fue quien le acompañó a Roma en el viaje que estaba a punto de emprender. Como se puede apreciar, Goya pintó tanto a San Francisco como a su hijo Juan con botas de viaje, mientras que tanto Carlos, abrazado a San Francisco, como su hijo pequeño, llorando a la derecha de la escalera, llevan medias de seda.

     En la parte de la terraza con fondo de un arco de medio punto muy decorado, Goya pinta a dos de las tres hijas de San Francisco peinadas y adornadas con pedrerías, y  demás familia y servidores.

    Quizás Goya, como sugiere Fernando Benito Doménech, se inspiró en la figura de Maria de Cleofás en la parte superior izquierda del cuadro del Descendimiento de Rogier Van der Weyden, que estaba en la colección real - hoy en el museo del Prado- para pintar a una de las hijas de San Francisco, también arriba a la izquierda del cuadro.

                                                   Roger Van Der Weyden. Detalle del Descendimiento. Museo del Prado




                                                                                           Doña Juana en el cuadro

     En el cuadro de enfrente, aparece San Francisco alejando a seres demoníacos de un moribundo.


                                                        Goya, San Francisco con el moribundo. Catedral de Valencia

     Cuadro realizado también para ser visto desde abajo y en la pared derecha, tal como está en la actualidad, Goya lo dividió en dos partes, a la izquierda la parte oscura debido a la cortina que el pintor utiliza simbólicamente para separar la oscuridad de la luz, quizás, el bien del mal, la fe del pecado.

     En dicha parte izquierda está el moribundo, tenso, a punto de expirar, con los demonios acechando y recibiendo la sangre redentora que milagrosamente sale del crucifijo.

     Como curiosidad, es el primer cuadro en el que Goya dibuja esos seres diabólicos, que posteriormente utilizaría también en los caprichos.

Goya, detalle del cuadro San Francisco con el moribundo

Goya. “El sueño de la razón produce monstruos”, capricho 43. Museo del Prado

     En la parte derecha del cuadro, iluminado por un ventanal circular tapado parcialmente por la cortina, tenemos al santo vestido con la sotana clerical negra típica de los jesuitas, con el crucifijo sostenido con su mano derecha cuya base está  justo en el centro del cuadro, y del que sale la sangre de Cristo que va a parar milagrosamente al cuerpo del moribundo.

     De esta manera, quedaron a finales del siglo XVIII los tres cuadros en esta capilla de la catedral de Valencia, tal y como se contemplan hoy en día.

     Para este post, me he basado en el libro “Goya y Maella en Valencia, Del boceto al cuadro de altar” coordinado por Fernando Benito Doménech, Manuela B. Mena Marqués y Benito Navarrete Prieto


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