Buscar este blog

martes, 28 de abril de 2015

Expulsión de los moriscos del reino de Valencia





Cuadro de Vicente López (principios del siglo XIX)  en la sala del Santo Cáliz de la catedral de Valencia donde vemos al patriarca Ribera en el grao de Valencia en el momento del embarque de moriscos. No consta que el patriarca acudiese a “despedirlos” realmente.

                     INTRODUCCIÓN

     En los católicos reinos de lo que hoy es España se produjeron en siglos pasados dos expulsiones masivas. La primera fue la de los judíos a finales del siglo XV por los Reyes Católicos en 1492, a los que se les ofreció, sin embargo, la posibilidad de convertirse a la fe cristiana y permanecer en España.

     Se trataba de una expulsión “típica” en Europa que ya se había efectuado en varios territorios y que fue seguida en pocos años por la tragedia vivida por los judíos en Portugal.

     La segunda expulsión masiva tuvo lugar en 1609 y afectó a los llamados moriscos a los que, a diferencia de los judíos no se les dio la alternativa de convertirse, puesto que ya eran nominalmente cristianos, como veremos más adelante.

     Esta expulsión de los moriscos de los distintos territorios de España empezó por el reino de Valencia que reunía la mayor concentración de moriscos y se completó en el plazo de unos pocos años en el resto de territorios, Aragón, Cataluña, Castilla, etc.

     En los siglos anteriores algunos mudéjares se convertían voluntariamente al cristianismo integrándose en la sociedad cristiana, sin embargo durante el siglo XVI se produjeron conversiones forzosas, como las producidas en el reino de Valencia como consecuencia de Las Germanías, o en Andalucía a raíz del impulso proselitista del Cardenal Cisneros a partir de 1499 y del decreto de conversión o expulsión promulgado mediante cédula de los reyes Católicos de 1502. Los mudéjares pasaron a ser cristianos nuevos o moriscos.



Bautizo masivo en el reino de Granada. Talla en madera


     Para empezar a situarnos, comentaremos algunos datos sobre la población morisca en España en aquellos momentos de principio del siglo XVII, datos bastante concretos, referenciados y fiables debido a la concurrencia de una serie de causas, entre las que figuran  el decreto de desarme de los moriscos de 1563, o una relación de moriscos creada por la autoridad eclesiástica en 1585 o la estadística tributaria llevada a cabo en 1602.

     El historiador Henry Lapeyre en su libro “Géographie de l'Espagne morisque”, nos da unos datos muy precisos sobre este tema.

     La distribución de los moriscos era bastante irregular. En Andalucía después de la rebelión de estos en 1568 (la revuelta de Las Alpujarras, sofocada por don Juan de Austria en 1570), se decretó su reparto fundamentalmente por tierras de Castilla. En la corona de Aragón había un importantísimo número de moriscos que representaban alrededor de un 20% de la población total en Aragón y una tercera parte de la de Valencia, aunque en Cataluña apenas había.

     Según Lapeyre, con motivo de la expulsión salieron del reino de Valencia alrededor de 118.000 moriscos, 60.000 de Aragón, unos 5.000 de Cataluña , alrededor de 45.000 de Castilla y Extremadura, unos 16.000 de Murcia y unos 32.000 de toda Andalucía.



                               Vicente Carducho, dibujo preparatoria del lienzo - desaparecido- de la expulsión. 1627. Museo del Prado

     Centrándonos en el reino de Valencia, los moriscos vivían en general en zonas del interior, de secano, ya que las tierras fértiles alrededor de la plana de Castellón, ribera del Júcar, Elche, Orihuela, etc., estaban ocupadas principalmente por cristianos. En zonas de regadío, solo los alrededores de Gandía y Játiva tenían una fuerte concentración de moriscos.

     La población morisca vivía principalmente en tierras de señorío, siendo escasos los que vivían en zonas de realengo –que pertenecían al rey- o en tierras propiedad de la iglesia, con la excepción de la abadía de Simat de Valldigna.

     En el reino de Valencia había unas 400 localidades moriscas que solían estar agrupadas en zonas donde estos eran mayoría. En ellas se cultivaban principalmente arroz, hortalizas, viñas, morera y en algunas zonas como Gandía, caña de azúcar.

         ENTORNO HISTORICO

     Los Habsburgo españoles de esa época, Carlos I, Felipe II, Felipe III y Felipe IV, estuvieron involucrados en distintas guerras de religión. A Carlos I le tocó lidiar con Lutero, y como legó a Felipe II los territorios de los Países Bajos con el protestantismo muy introducido en la parte norte, la actual Holanda, sus sucesores tuvieron que meterse en conflictos que tuvieron una consecuencia directa en nuestro tema.

     En 1579 las siete provincias del norte de los Países Bajos, predominantemente protestantes, firmaron la unión de Utrecht, que desembocaría en breve plazo en una independencia formal de la corona española de Felipe II.



                                           Isabel Clara Eugenia, hija de Felipe II y gobernadora de los Países Bajos. Al no tener descendencia revertieron los Países Bajos a la corona Española. 1615. Rubens. Museo del Prado

     Lógicamente Felipe II no lo aceptó, por lo que terminó participando en guerras que a la postre no ganaría, ni él ni tampoco su hijo Felipe III. En el reinado de Felipe IV, con la paz de Westfalia de 1648, se reconoció la salida de hecho de las provincias unidas del imperio español.

     Estas guerras casi permanentes fueron aprovechadas por estados Europeos como Francia e Inglaterra para apoyar a los enemigos de España, cuando no en guerra directa, en la búsqueda de una  situación de equilibrio/predominio en Europa. Uno de los resultados fue que se mantenían las exhaustas finanzas de los estados al límite, aparte de la sangría humana.

     Otra cuestión que reclamaba gran atención por parte de los gobernantes españoles era el imperio otomano y su capacidad de expansión hacia occidente, aunque la preocupación  se suavizó con la victoria de Lepanto en 1571 y las sucesivas treguas posteriores. Los turcos también tenían sus problemas internos.



Imperio Otomano en la época.

     Los enemigos formales fueron firmando las –efímeras- paces con España: Francia en la paz de Vervins en 1598, todavía con Felipe II. Inglaterra con la paz de Londres en 1604, una vez muerta Isabel I de Inglaterra y finalmente los países Bajos con la paz de Amberes en abril de 1609, donde se firmó una tregua de doce años. En ese mismo mes se decidió la expulsión de los moriscos de España.

     Comentaremos, como anécdota que en 1601 los católicos clanes Irlandeses, que también estaban en guerra con la Inglaterra protestante de Isabel I, aceptaron nombrar a Felipe III como rey de Irlanda al ser católico. El monarca español envió dos expediciones militares a Irlanda, pero no tuvieron éxito y en unos meses se acabó el posible reinado español sobre Irlanda.

     Las victorias de Ambrosio de Spínola sobre los protestantes en Holanda, ayudaron a la firma de la tregua con la Unión de Utrecht, pero también contribuyeron a ella la ruina financiera española y la sangría de hombres. Una vez concluida la tregua, Ambrosio volvió a la lucha y se convirtió en el general victorioso de la conquista de Breda en 1625, inmortalizada por Velázquez.



                        Ambrosio de Spínola aceptando la llave de Breda de la mano de Justino de Nassau. Velázquez. Prado

     Ambrosio de Spínola responde a la entrega de llaves de Breda por parte de Justino de Nassau de la siguiente manera: “Justino, yo las recibo (las llaves) y conozco que valiente sois, que el valor del vencido hace famoso al que vence”. Desde luego, caballeros donde los haya.

     No obstante, en dicha tregua no se consiguió que el católico rey Español Felipe III impusiera la obligación de respetar el catolicismo en los territorios de la Unión de Utrecht, interpretándose en Europa como una derrota española que menoscababa el prestigio del poderoso imperio español y de su rey.

     Otro factor importante a tener en cuenta era que en aquellas épocas los berberiscos, en general piratas o corsarios, acechaban las costas españolas. Los saqueos en las costas del reino de Valencia eran frecuentes y en ocasiones a lo largo del siglo XVI, como ocurrió en Oliva, Callosa, Parcent, etc., los habitantes moriscos tomaban partido por los berberiscos abandonando sus tierras y sumándose a ellos.

      CAUSAS DE LA EXPULSIÓN

Hay que tener presente que los reyes españoles eran defensores de la fe católica y que se vivía en Europa una situación doctrinal motivada por el concilio de Trento bastante radical. Costaba aceptar que un país que estaba en guerra de religión en el centro de Europa, aceptase la evidente apostasía de los moriscos dentro de su territorio.

     Por otro lado ya hemos visto que había contactos y buenas relaciones entre los bereberes y poblaciones moriscas de la costa valenciana, temiendo el gobierno español que los moriscos, que eran muy numerosos, pudiesen actuar como “quinta columnistas” de los turcos si estos se decidían a atacar. Además la tasa de natalidad de los moriscos era superior a la de los cristianos, aumentándose la proporción de moriscos en cada generación.

     Hay que recordar que en aquellos momentos el imperio otomano ya se había extendido prácticamente hasta Melilla, o sea, que España estaba muy próxima a su zona de influencia. 

     Otro de los factores que influyó en la balanza fue que los moriscos pudiesen prestar ayuda a holandeses, ingleses o franceses en un potencial ataque a España. Cabe señalar que en abril de 1607 la armada de la Mar Océano, armada española del Atlántico, había sido derrotada y casi aniquilada en un ataque holandés, importante pero poco conocido, en Gibraltar.


                                                          Batalla de Gibraltar, pintado hacia 1617 por Adam Willaerts, Museo del Prado

     Felipe III estaba deseoso de ejecutar alguna acción de prestigio personal y defensa del catolicismo, pero fue fracasando en una tras otra. Intentó por ejemplo, aparte de la aventura irlandesa que hemos comentado, la toma de Argel, nido de piratas, en 1601,  fracasando en el intento. Hubo además una serie de ataques contra plazas musulmanas norte-africanas, que tampoco en su mayoría estuvieron coronados por el éxito.

     Entonces, en 1609 tras la firma de los distintos tratados de paz con sus enemigos “clásicos” se encontró Felipe III con una situación de “pax Hispanica”. Con la colaboración entusiasta de su valido el duque de Lerma, retomó un tema nunca olvidado que le podía dar prestigio como rey católico: La expulsión de los moriscos de España.

      EXPULSIÓN: TOMA DE LA DECISIÓN

     Durante el siglo XVI ya se había planteado en varias ocasiones la expulsión o el reparto por zonas del interior de España de los moriscos de la costa, fundamentalmente por la posibilidad de connivencia con los bereberes o el imperio otomano. Felipe II siempre la había rechazado, aunque se tomaron en su reinado medidas preventivas como el desarme de los moriscos en 1563.

     Después de la rebelión de las Alpujarras de 1568,  estando la corte reunida en Lisboa en 1582, hubo fuertes presiones en este sentido, pero Felipe II, aconsejado por el vicecanciller de Aragón Bernardo Bolea (que preveía las pérdidas económicas que esta medida supondría en la corona de Aragón), negó su  consentimiento a la medida.

     Una vez Felipe III en el gobierno tras el fallecimiento de Felipe II en 1598, continuó la presión ya que se pretendía identificar la monarquía con la causa católica y se vinculaba la reputación del rey a la derrota de la herejía.



Felipe III. 1617. Pedro Antonio Vidal. Museo del Prado

     Uno de los intentos más serios de expulsión se produjo en 1608 en puertas de la firma de la tregua de los doce años con Holanda, impulsado por el duque de Lerma y el consejo de estado. Este intento fue contenido por Jerónimo Javierre, confesor del rey, pero este fraile dominico y cardenal falleció a los pocos meses.

     El duque de Lerma tenia ya las manos libres. Por cierto era nieto de San Francisco de Borja, hijo de Isabel, que era una de las hijas de San Francisco. Su nombre era Francisco de Sandoval-Rojas y Borja. También era duque de Denia y señor de moriscos.

     En la reunión del consejo de estado el 4 de abril de 1609 se acordó finalmente la expulsión, basándose legalmente en la “razón de estado”, el posible apoyo morisco a una potencial invasión y traición a la corona. A la opinión pública se presentó posteriormente, sin embargo, un motivo de tipo religioso, la apostasía. Ya estaba en marcha el proceso.

     La gestión del decreto de expulsión estuvo rodeado de gran secreto con el fin de evitar las posibles consecuencias de rebeliones de los moriscos y las reacciones de los nobles afectados.

     Para su ocultación se emplearon diferentes estrategias. Se decidió la salida del consejo de estado (único conocedor del tema) de la indiscreta corte de Madrid y su traslado a Segovia para seguir las reuniones. La excusa fue las celebraciones que el duque de Lerma quiso organizar con motivo del nacimiento de Fernando, sexto hijo de Margarita de Austria y Felipe III, futuro cardenal y gobernador de Flandes.



                                             Cardenal-Infante Fernando de Austria. Velázquez 1632/4. Museo del Prado

     La excusa plausible para justificar los movimientos militares que se estaban iniciando fue la de emprender una acción militar contra Larache (Marruecos) y este falso rumor fue difundido a través de la corte de Madrid.

     Incluso a figuras importantísimas como el arzobispo de Valencia Juan de Ribera, partidario en principio de la conversión (pero que, sin embargo, una vez comprobada la imposibilidad de incorporar a los moriscos valencianos al cristianismo se hizo defensor de la expulsión), no se le comunicó la medida hasta finales de agosto.

     El arzobispo de Valencia y patriarca de Antioquía, Juan de Ribera, tenía quien le apoyase en su presión para lograr la expulsión. El más notorio fue el dominico Jaime Bleda, quien aparte de sus viajes a Roma para tratar de atraer al Papa a una postura favorable a la expulsión, justificó sus tesis con su “defensio fidei” de 1610, o sus “Coronica (sic) de los moros de España”, serie de ocho libros publicados en 1618.

     De la posición ideológica de este fraile dominico, da cuenta la portada de su octavo libro “De la justa y general expulsión de los moriscos de España,  executada por mandado del catholico rey don Felipe III, el  último y supremo conquistador de los moros de España, gran libertador y salud de sus reinos.”. Como se ve, se trataba de vincular también la expulsión con el final de la reconquista.

     Al virrey de Valencia, el marqués de Caracena, se le comunicó la expulsión el 20 de agosto. Por esas fechas empiezan los rumores tanto en las aljamas moriscas como entre la nobleza valenciana. Esta estaba compuesta en parte por  señores de vasallos moriscos, y quedaría económicamente muy afectada.


     El bando de expulsión se empezó a publicar el 22 de septiembre de 1609 en Vinaroz, Valencia, Dénia y Alicante

                             EXPULSIÓN

     Comenzaron las reuniones informativas a los nobles, al estamento militar, etc. A partir del 5 de septiembre hubo reuniones de la nobleza, parte de la cual se veía muy perjudicada al ser “señores de moriscos”, por lo que protestó por la medida y acordó enviar una embajada –inútil-  al rey. Ahora bien, la decisión ya estaba tomada y los preparativos de transporte y otros, organizados y en marcha.

     Para hacernos una idea de la magnitud de la tarea y de sus efectos hay que considerar que en 1609 había 96.731 casas en el reino de Valencia, de las cuales 31.715 eran moriscas. O sea, aproximadamente un tercio de la población del reino de Valencia era morisca.

      A pesar de la protesta de varios nobles, el estamento acató la decisión: “que bien veían la ruina y  la calamidad de sus haciendas si salían los moriscos, pero como fuese para el acrecentamiento de la religión, servicio de su majestad y seguridad de la monarquía lo posponían todo de buena gana y lo ponían a los pies del rey”.

     Al mismo tiempo, los eclesiásticos debían resolver algunas cuestiones prácticas como decidir qué hacer con los moriscos que eran buenos cristianos, a los que se les debía dar un certificado para poderse quedar, y que hacer también con los, inocentes, niños musulmanes, con los matrimonios mixtos, etc.



El venerable Agnesio, pintado por Juan de Juanes, arrodillado a la izquierda del cuadro, fue unos de los principales predicadores de moriscos. Museo san Pio V.

     En este cuadro, se puede ver la importancia que se le daba a la inocencia de los niños musulmanes ya a mediados del siglo XVI cuando fue pintado, haciendo un paralelismo con los niños Santos Inocentes que se ven a los pies de la Virgen, a la izquierda del cordero.

     En un primer momento, reunida la junta de teólogos con el arzobispo Ribera, se fijó en cuatro años la edad para que se pudiesen quedar los niños musulmanes, eso sí con el consentimiento de sus padres o tutores. Esta edad fue cambiando y al final se quedaron unos 2.500 niños menores de doce años.

     Posteriormente, se avisó a los obispos de Tortosa, Orihuela y Segorbe para que diesen instrucciones a los párrocos en el sentido de predicar la paz y el respeto a los moriscos y sus haciendas contribuyendo de este modo a su expulsión pacífica.



El patriarca Juan de Ribera. 1607. Juan de Sariñena. Colegio seminario Corpus Cristi

     Mientras tanto la lenta y difícil coordinación de los medios militares, económicos, de transporte, etc., manteniendo el secreto de la decisión, se había llevado a cabo con éxito.

     Se habían movilizado tercios de Italia, de Sicilia, de Lombardía y de Nápoles. El de Lombardía tomó posiciones en la sierra de Espadán, único territorio ocupado militarmente al preverse posibles problemas en la zona tras la experiencia “ reciente” posterior a las Germanías. Además se utilizaron las milicias efectivas locales, una vez dada a conocer la expulsión.

     También fue movilizada la flota de Italia (Sicilia, Génova y Nápoles) que llegó a Baleares, a Mallorca y luego a Ibiza, mientras las escuadras del Atlántico arribaban a Cartagena y la recién creada armada de Cataluña se concentraba en Los Alfaques. Estos barcos debían ser utilizados para el traslado de los moriscos a sus destinos.

     Una vez coordinadas todas las flotas (ojo, no había radio ni Internet), se efectuó su entrada en los puertos elegidos para el embarque de los moriscos que fueron, en principio, Vinaroz, Denia y Alicante.

     El 22 de septiembre se hizo público el bando de la expulsión por el marqués de Caracena, virrey de Valencia, donde se indicaban los motivos de traición y apostasía.

     Una vez publicado el bando en un pueblo, los moriscos quedaban recluidos hasta su traslado al puerto correspondiente. Podían partir con todo lo que pudieran llevar consigo, mientras que el resto pasaba a ser propiedad de los señores. Se dictaba pena de muerte para los que se ocultasen o destruyeran bienes que no se pudieran llevar y seis años de galeras para los que los ayudasen a ocultarse o a huir.

     Igualmente, en el quinto punto del bando, se establecía que para conservar las casas, regadíos, etc., y para “dar noticia” a los nuevos pobladores, se quedasen un 6% de los moriscos con sus familias. Este apartado, fue problemático y no se cumplió.

     Igualmente establecía que en los matrimonios mixtos, si el padre era cristiano viejo, los niños menores de seis años y la mujer debían quedarse, pero en el supuesto de que el cónyuge cristiano viejo fuese la mujer, los niños menores de seis años quedarían con ella, pero el padre morisco sería expulsado.

     El primer embarque se produjo por el puerto de Denia en las galeras de Nápoles y los “afortunados” fueron los moriscos de L´Alqueria de la Condesa, vasallos del duque de Gandía Carlos de Borja. Su salida tuvo lugar  el 2 de octubre de 1609.





Embarque en el puerto de Dénia. Vicente Mestre 1613. Colección Fundación Bancaja

     En el norte de África, rodeados de territorios musulmanes, estaban los penales españoles de Orán y Mazalquivir, que servían también para la compra de cereales baratos en el norte de África.

      Este era el destino previsto de los expulsados, para que desde allí pasasen a zonas musulmanas, como Tremecén, Argel, etc. Como resultado final, debido a la inversión en la zona de los capitales sacados de España y a la mayor experiencia en agricultura, artesanía, comercio, etc. de los moriscos españoles, su asentamiento produjo efectos positivos en las economías de estas zonas.

     En general el proceso de expulsión en Orán fue relativamente pacifico, aunque se produjeron asaltos en ese trasiego bien por “moros de guerra”, tribus nómadas de Berbería o, en algún caso aislado, por los propios soldados españoles. Estos fueron duramente castigados. Posteriormente desde Túnez y Marruecos se envió protección para el viaje.

     El día 5 de octubre llegaron los primeros barcos a Orán con permiso de la mala mar que tuvieron. Con la flota volvieron cuatro moriscos para dar a conocer a los que esperaban embarcar el buen trato recibido a su llegada a Berbería.





Desembarco en Oran. Vicente Mestre 1613. Colección Fundación Bancaja

     Algunos moriscos ricos sugirieron, y fue aceptado, el fletar ellos mismos sus barcos. Utilizaron barcos mercantes y otros puertos, como Villajoyosa, Moncófar y el Grao de Valencia, entonces poco más que una playa. Los primeros que llegaron al Grao, procedían de Alcacer y Picassent. Generalmente los moriscos que fletaron barcos elegían sus propios destinos.



Embarque en el puerto de Valencia, El Grao, con la presencia del marques de Caracena, virrey de Valencia, y caballero de Santiago, como atestigua la cruz en el pecho. Colección Fundación Bancaja

     El libro de Manuel Lomas Cortes “el proceso de expulsión de los moriscos de España” detalla las galeras y nº de moriscos en cada una de ellas. En la primera salida de Vinaroz a primeros de octubre partieron 10 galeras con 1.795 moriscos, que procedían de Bechí y seguramente de Ain, Azuébar, Eslida y alguna otra población de la sierra de Espadán.
Respecto a Alicante, el día 4 de octubre se efectuó el primer embarque con moriscos de Elda y Novelda.

     En general hubo pocos incidentes serios y la aceptación de la expulsión por parte de la mayoría de los moriscos fue “buena”. En total salieron del reino de Valencia unos 118.000 moriscos, lo que provocó una disminución demográfica que hasta finales del siglo -casi 100 años después- no recuperaría el nivel precedente.




Embarque en Vinaroz. Pere Oronig y Francisco Peralta. 1613. Colección Fundación Bancaja

     Algunos ejemplos  de los efectos demográficos de la expulsión basándose en datos del siglo XVII anteriores a la expulsión y en un censo nominal (por lo tanto muy exacto) llevado a cabo en 1646. Para más detalles consultar el libro citado de Lapeyre.

     En Jarafuel, pasaron de 219 casas habitadas por moriscos a primeros de siglo a 85 habitadas por cristianos viejos en 1646, en Jalance, de 152 a 34, en Cofrentes, de 255 a 48.

     En otra zona morisca, el valle de Gátova, Marines y Olocau, pasaron de 215 a 23.

     En Oliva, ciudad de convivencia mixta, en 1609 había 385 casas de cristianos viejos y 350 de moriscos (cristianos nuevos), pasaron a 400 casas en 1646.

     En el valle de Guadalest, pasaron de 400 casas a 115.

     En la sierra de Espadán, Teresa pasó de 362 a 102. En Veo, de 41 a 13

     Como se ve, en algunas zonas, la repoblación fue lenta al principio, en cualquier caso, provocó un movimiento migratorio, ya que se desplazaron cristianos viejos de otras zonas del reino a poblar, en parte, las tierras abandonadas por los moriscos.

REBELIONES

     La inmensa mayoría de los moriscos se había resignado a la expulsión, pero algunos una vez conocido el decreto se reagruparon  en las montañas. Se interpretó al principio por los responsables de la expulsión como una medida de autoprotección para no ser robados hasta que les llegase el momento de bajar a la costa a embarcarse.

     Sin embargo a finales de octubre se constató que el propósito de estos grupos era resistirse a la expulsión ya que habían atacado Guadalest y Murla, con lo que se puso en marcha la maquinaria militar compuesta principalmente por los tercios de Nápoles, asentados en Jávea, Benisa y Teulada, al mando de Agustín Mexía.




                                                        Rebelión de Laguar. 1613. Jacinto Espinosa. Colección Fundación Bancaja.

     Se puede ver en este cuadro, que recoge la zona de la rebelión, desde Castell de Castells hasta Denia con Agustín Mexía al mando de las operaciones, la sierra de Laguar y el castillo de Pop, ultimo reducto, donde esperaban los musulmanes al legendario Caballo Verde que aparecería y derrotaría a los cristianos, y hacia la izquierda arriba, el lugar, aunque realmente fue otro, en el que murió el caudillo musulmán Geronimo Mellini, natural de Confrides

     La rebelión afectó a varias poblaciones de la sierra al oeste de Denia. Se fue concentrando en el valle de Laguar, donde después de algunos intentos de negociación se inició el ataque final el día 21 de noviembre. El último refugio morisco, el castillo de Pop, se rindió el día 29. Se estima que estos combates causaron unos dos o tres mil muertos.

     El otro foco de rebelión armada empezó en el valle de Cofrentes. De Teresa de Cofrentes, se desplazó a Jarafuel y de allí a la muela de Cortes donde los moriscos se hicieron fuertes finalmente. Se hizo venir a los tercios que estaban en la sierra de Espadán y después de algunas dudas se utilizó a la milicia efectiva (locales).



                               Panel cerámico del castillo de Jarafuel, recordando la resistencia en la muela de Cortes.

     Después de algún intento de acuerdo sin éxito, el día 21 de noviembre se produjo el asalto final que no encontró la fuerte resistencia de Laguar. Se calcula que hubo unas mil bajas directas y un número indeterminado de muertos al huir posteriormente los moriscos y ser perseguidos y asaltados por aventureros.




                                                            Rebelión Muela de Cortes. 1613. Vicente Mestre. Colección Fundación Bancaja.

     Finalmente en España el proceso de expulsión acabó a primeros de 1614 con el traslado de los moriscos murcianos del valle de Ricote. Se trataba de  cristianos integrados, defendidos ante el rey por el clero local y hasta por el propio confesor real que tenía informes propios sobre la autenticidad de su fe cristiana.

     Se había producido previamente una expulsión fallida de los moriscos de Ricote en 1611, causada por un conflicto de competencias entre los mandos de Felipe III. Por esta razón y por los informes favorables de su fe cristiana, estuvo a punto de suspenderse su expulsión, pero el duque de Lerma rescató el proyecto y finalmente se ejecutó.

     Aquí termina la expulsión organizada, aunque luego prosiguió la búsqueda de los moriscos que habían vuelto, no siempre con éxito.

     La repoblación de las zonas vacías de moriscos en el Reino de Valencia se fue efectuando paulatinamente mediante negociaciones de nuevas cartas pueblas, siendo en general los repobladores del mismo reino.

      En las zonas abandonadas más fértiles, hubo bastante cristianos viejos de otras profesiones, como zapateros, tejedores etc., que abandonando su oficio, se hicieron labradores,  No siempre la repoblación fue de “ casa”, por ejemplo, la Vall de La Gallinera se repobló con gentes de Mallorca

CURIOSIDADES

     En otro orden, menos “trascendental”, estaba la cuestión de los dineros, es decir, ¿qué sucedió con las deudas que tenían los moriscos o las aljamas?

     El sistema de préstamos en boga en aquella época, eran los censales que, sobre la base de una garantía sobre los impuestos a cobrar o sobre las propiedades, obligaban a pagar una renta al prestamista, en general del 8% al 10% anual. El deudor podía cancelar el censal si estaba al corriente en el pago de los intereses y disponía de liquidez, claro.



                                                                        Moneda troquelada en la ceca de Valencia en 1.610

     Al haber expulsado a los moriscos, evidentemente no se les podía exigir el pago de estos créditos, en general concedidos por la burguesía y las instituciones religiosas y civiles. Algunos de estos estamentos dependían en cierta medida del cobro de los intereses para vivir o sufragar sus obras sociales, como por ejemplo, atender la dote de mujeres sin recursos para su matrimonio.

     En la expulsión se dispuso que en zonas de señorío -que pertenecían a la nobleza-, el señor se quedase con las tierras y casas de los moriscos, pero también que se quedase con las deudas que estos tenían en su territorio.

     En muchos de estas zonas, los señores también estaban endeudados con censales, luego tenían que pagar a partir de la expulsión tanto sus intereses como los intereses de los censales adquiridos. El problema es que los señores podían obtener liquidez solo si los territorios estaban en explotación y al irse los moriscos los campos quedaron momentáneamente abandonados, o sea sin producir ingresos.

     Hubo soluciones varias. Algunos señores afectados disponían de liquidez, otros directamente se negaron a seguir pagando y los acreedores embargaron las propiedades, mientras que la mayoría negoció con los acreedores una rebaja en el tipo de interés.

     El problema afectó a una amplia capa de la población, prestamistas, comerciantes, burguesía, iglesia, etc., y fue tan acuciante que el gobierno de Felipe III tuvo que promulgar un decreto reduciendo el interés de los censales a un 5%. ¿Todos contentos?.



                                              Escudo de la familia Mercader en el que aparecen tres monedas simbolizando a los mercaderes. Catedral de Valencia, puerta de los apóstoles. siglo XIV.

        RESTO DE ESPAÑA

     La expulsión del resto de moriscos de España se desarrolló en los años siguientes. En 1610 salieron los moriscos andaluces por los puertos de Málaga, Sevilla y Cartagena, junto con los murcianos.

     Los de Castilla se fueron al principio por Irún y posteriormente por Cartagena. Los moriscos aragoneses y los pocos que había en Cataluña partieron por el puerto de los Alfaques o a través del Pirineo.

     Un caso excepcional es el de los moriscos extremeños de Los Hornachos, un pueblo cohesionado y bastante rico, que emigraron en bloque a Salé-Rabat en Marruecos, donde establecieron una república autárquica. Se dedicaron al comercio y al corso, medrando rápidamente, e hicieron la vida imposible al tráfico marítimo español, francés, e incluso holandés, a pesar de que Holanda les había suministrado cañones y armas.

     Bastantes de los expulsados volvieron a sus lugares de origen en la península, siendo buscados para su re-expulsión. Mención especial merece el caso de Villarrubia de los Ojos, un pueblo manchego con unos 5.000 moriscos en 1610 muy integrados con los cristianos viejos. Después de resistirse jurídicamente a la expulsión, volvieron muchos de ellos, que recibieron el apoyo de los cristianos viejos del lugar.





1 comentario:

  1. Estimado Juan Manuel Enrique,
    Muchas gracias por este interesante articulo, me ha encantado leerlo. Por favor, me gusta saber el fuente del "Panel cerámico del castillo de Jarafuel"? y si podría utilizarlo en una publicación mia.
    Mis mejores saludos

    ResponderEliminar