Ifigenia,
princesa Micénica, era hija de Agamenón, rey de Micenas y de Clitemnestra la hermana de la famosa Helena y es probablemente el primer caso conocido de anteponer el interés del Estado
al suyo propio, veámoslo:
Máscara
de "Agamenón". Descubierta por Schliemann durante la excavación de Micenas. No hay
constancia de a que personaje representa.
Una vez decidida la guerra contra Troya después del “rapto” de Helena por
el príncipe troyano Paris, los aqueos se reunieron en el golfo de Eubea, en una
ciudad llamada Áulide, al este de Tebas y al norte de Atenas, cerca de la
actual ciudad griega de Chalcis, listos para zarpar hacia Troya, pero no era
tan sencillo….
Faltaban
los vientos para la travesía, que no llegaban, por lo que consultaron al adivino
Calcas que indicó que se tenía que sacrificar a Ifigenia para que volviesen los
vientos favorables.
La razón era
que la diosa Artemisa (la diosa cazadora) estaba molesta, seguramente por haber
cazado Agamenón una corza,” jactándose de aventajar incluso a Artemisa”
o quizás por haber Agamenón cazado en terreno consagrada a dicha diosa, en fin,
que Artemisa estaba que trinaba.
Artemisa, la Diana cazadora romana. Copia en mármol del original griego del siglo IV a.C. en bronce
El que los humanos pensasen en igualar o incluso superar en
habilidad a los dioses provocaba en estos una reacción furiosa por la que el
dios de turno tenía que castigar al atrevido e inconsciente humano, recuérdese,
por ejemplo, la fábula de Aracne con la diosa Atenea, pintada magistralmente
por Velázquez
Velázquez, Las Hilanderas. Museo del
Prado
En esta fábula, la mortal Aracne presumía de tejer mejor incluso que la
diosa Atenea, desarrollándose un concurso entre ambas, que es lo que Velázquez
pintó.
Agamenón, a pesar de sus dudas, al final aceptó sacrificar a su hija e hizo
llamar a Ifigenia desde Micenas donde Agamenón era rey, diciendo que iba a
casarse con Aquiles, que por cierto no sabía nada del tema.
Clitemnestra, según el pintor prerrafaelita John Collier
con el hacha con la que "presumiblemente" mató a Agamenón
Después de algunas tensiones entre Menelao, Agamenón, Clitemnestra (la madre de
Ifigenia), Aquiles y demás, la propia Ifigenia, según Eurípides en su obra “Ifigenia
en Áulide”, se prestó a su sacrificio diciendo:
"Un hombre es más valioso que mil mujeres en la vida. Y si
Artemisa quiso apoderarse de mi persona, ¿he de resistirme yo, que soy mortal
contra la diosa? Sería imposible. Entrego mi cuerpo a Grecia. Sacrificadme,
arrasad Troya. Ése será, pues, mi monumento funerario por largo tiempo, y eso
valdrá por mis hijos, mis bodas y mi gloria".
Con lo que aceptó su sacrificio personal en aras del bien común
para que volviesen los vientos favorables y poder zarpar el “pueblo griego”,
los aqueos, hacia su destino en Troya.
Ese mismo concepto de anteponer el interés del grupo al de uno mismo, lo
encontramos en la época neoclásica de finales del siglo XVIII en la pintura de
David sobre el “Juramento de los Horacios”.
Los Horacios eran tres hermanos de la Roma recientemente fundada que estaba disputando
la supremacía en el territorio con la vecina ciudad de Alba Longa, la ciudad
fundada por Ascanio, el hijo de Eneas, que escapó de Troya cuando los aqueos la
saquearon al final de la guerra.
Ambas ciudades tenían muchos vínculos entre si y quisieron
decidir la supremacía en lugar de en una batalla campal, en un combate entre
tres hermanos de Alba Longa, los hermanos Curiacios contra tres hermanos
romanos, los Horacios, estos últimos representados en el cuadro de Jacques
Louis David en el momento en que su padre les entrega las espadas del
combate.
Efectivamente estamos en el mismo caso de Ifigenia, la aceptación del
sacrificio personal en favor del bien común del grupo o comunidad a la que
pertenecen, de hecho, murieron cinco de los seis participantes en el combate.
El vencedor fue uno de los Horacios de Roma, claro.
Volvamos con nuestra Ifigenia, bueno, en el momento en que iba a ser
sacrificada, la misma diosa Artemisa sustituyó a Ifigenia por una cierva para
ser ofrecida en su lugar.
Fresco de la casa del Fauno en Pompeya, con los distintos personajes del
“sacrificio”
Aquí tenemos otra analogía con la conocida historia bíblica del sacrificio de
Isaac, en la que Dios ordena a Abraham, padre de Isaac, que lo sacrifique, y en
el último instante un ángel sustituye a Isaac por un
carnero.
Grabado de Lorenzo Ghiberti en la llamada puerta de paraíso en el baptisterio de la catedral de Florencia, con el carnero a los pies de Abraham en la parte superior derecha
Difícil ver dos historias tan paralelas, Dios ordena a un
humano el sacrificio de un hijo, por el motivo que sea, este acepta
sacrificarlo y en el último instante se cambia el hijo por un carnero u oveja.
Qué pasó al final con Ifigenia?, pues “parece” que Artemisa se la llevó a su
templo en Táuride, en la actual península de Crimea, al norte del mar Negro,
convirtiéndola en una de sus sacerdotisas.
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